Actualidad internacional: la amenaza de los «lobos solitarios»

por Andrew

Como saben de manera semanal mantengo una columna en Diario El Mercurio, y en los últimos meses he pensado darle un enfoque particular, centrándome sobre todo en temas de política internacional, así como otras reflexiones sobre acontecimientos que se desarrollan sobre todo en el plano de los Derechos Humanos o la Ciencia Política.

En esta ocasión realizo una reflexión sobre el nuevo escenario internacional con respecto a la nueva amenaza terrorista, a los llamados «lobos solitarios»:

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DANZA CON LOBOS.

En 1990 el actor y director, Kevin Costner, protagonizaba la galardonada película cuyo nombre titula este artículo, que narraba la historia de un militar a mediados del siglo XIX en el Oeste estadounidense y que debido a su soledad inició amistad con los indios sioux.

Luego de más de dos décadas, el panorama internacional se enfrenta nuevamente a unos protagonistas que vuelven a ser los lobos, pero en este caso solitarios, así se denomina en la jerga a aquellos individuos que por razones de depresión, fundamentalismo y causas terroristas, de manera autónoma han causado serios atentados contra la vida de las personas alrededor del mundo.

Primero fue París, cuando Mohamed Merah, un ciudadano francés que optó por el islam radical, asesinó el año pasado a tres militares y cuatro civiles judíos; hace poco fueron los atentados de Boston, que trajo a la memoria la inseguridad del 11-S y puso en alerta a los cuerpos de seguridad del Estado, cuando el terror regresó a la ciudad a manos de los hermanos Tsarnaev quienes con artefactos de fabricación casera causaron pánico y dolor.

Sin embargo, la dinámica se repite en la última semana y los escenarios vuelven a ser las grandes capitales europeas, primero Londres, donde una pareja de ciudadanos ingleses de origen somalí, degollaron a un soldado a pocos metros de un regimiento militar reactivando lo que muchos conocen como “Londonistán”, en referencia a la constante predica de guerra santa que se viven en su calles realizada por islamistas extremistas.

Situación similar ocurría el fin de semana cuando un desconocido que portaba un arma blanca intentó asesinar a un miembro del grupo de élite anti terrorista cerca del parisino arco de La Défense, evento que prendió las alarmas del Ministerio del Interior, que si bien es cierto no asegura que guarda relación con lo sucedido en el londinense barrio de Woolwich, no lo descarta debido al grado de violencia empleado.

Estos terribles crímenes automáticamente encendieron a los grupos radicales de extrema derecha que no encontraron mejor justificación para iniciar con una serie de medidas discriminatorias en contra de la comunidad musulmana. No se puede caer en la confusión de asemejar el rol que cumplen aquellas personas que practican la fe islámica, versus el extremismo islámico; situaciones diferentes pero que a veces por error y otras con doble intensión, se funden en contra de un colectivo respetable pero que por los últimos acontecimientos vive en un verdadero “jaque mate”, pues sus movimientos son vigilados en todo momento y cualquier error les puede provocar una paliza o hasta la muerte.

La realidad nos indica que las amenazas en el siglo XXI han cambiado drásticamente, los enemigos ya no se encuentran en otras latitudes o forman parte de bastos ejércitos, al contrario se camuflan en ciudadanos de a pie, solitarios llenos de ideas fundamentalistas que a través de la violencia quieren reivindicar luchas extremistas.

Policías y militares ya no deben patrullar las fronteras, el peligro es ahora doméstico, el enemigo se encuentra en casa y no es fácil detectarlo; a lo mejor es por ello que en este escenario crispado, el presidente norteamericano, Barack Obama, luego de más diez años de iniciada la lucha contra el terrorismo, ha decidido poner fin a la denominada “guerra perpetua” porque como toda guerra ésta debe terminar ha precisado el mandatario, con lo cual la política norteamericana regresará al ya conocido contraterrorismo, y esperamos que esto implique que cárceles como Guantánamo se cierren y que los valores en los que se funda la democracia regresen para siempre.

Publicado en Diario El Mercurio